WALL-E

 

 

WALL·E puede parecer un alegato ecologista, pero es mucho más. Es una historia de amor, una crítica a la sociedad consumista en la que vivimos.

La primera parte de la película es muda, acompañada por la música y los efectos sonoros que construyen el marco donde vive nuestro protagonista, las escenas con la cucaracha, su curiosidad e incluso su torpeza nos acercan a ese pequeño robot que diligentemente realiza su trabajo.

Cuando EVA llega, la curiosidad de WALL·E se transforma en amor, no sin antes pasar por el terror del cañón de plasma de EVA, entonces apreciamos el lado amable, cariñoso y protector del robot (otra vez la magia del cine mudo, con las escenas de WALL·E haciendo la vida confortable para la desactivada EVA)

En la segunda parte de la película volvemos al cine actual, aunque seguimos apreciando la educación de WALL·E (pidiendo permiso para pasar y ayudando a los humanos) Así como en qué podríamos convertirnos la raza humana. Vemos el sacrificio de WALL·E para ayudar a los demás a conseguir sus objetivos y se nos encoge el corazón cuando vuelve a su programación original.

WALL·E es una película para hacernos reflexionar sobre nuestro modelo de consumo, nos invita a reconstruir nuestras relaciones humanas en un nuevo escenario de equilibrio, respeto y sintonía con la Tierra.